Historia de las Danzas Folklóricas Chilenas
El folklore
nacional chileno posee una riqueza de canciones y danzas que representan a las
distintas regiones de nuestro país. Son muchas las fiestas religiosas donde se
muestran algunos de estos bailes. El origen de la música tradicional chilena
nace esencialmente de los españoles como consecuencia del largo período de
hispanización que sufriera nuestro país casi por tres siglos. Desde
un comienzo los bailes sirvieron para agradecer los favores recibidos y para
rendir culto, bailes como los de La Tirana, en el Norte de Chile, sirven para
pagar mandas y rendir culto a la virgen. O la minga chilota, recreación después
de una jornada de trabajo comunitario, como después de una cosecha o
construcción de una casa.
Al hablar de
folklor chileno se hace imprescindible resaltar el valor de nuestros bailes
populares, como manifestaciones espontáneas de los sentimientos criollos frente
a la vida.
Desde el siglo
XIX, en Chile se hicieron populares las danzas españolas, como seguidillas y
fandangos, las que criollizadas, pasaron al pueblo, especialmente en los medios
campesinos. Estos son los que constituyen los "bailes de tierra",
nombre dado para distinguirlos de los bailes de salón, como las contradanzas y
el minué.
En los albores
de la República se chilenizaron danzas trasandinas, como el pericón, él cuando
y el cielito. Se popularizaron las zambas, de la que derivó la resbalosa. Bien
entrado nuestro siglo, se incorporó el corrido, a través de las películas
mexicanas, y las cumbias de origen colombiano.
En el norte, las
danzas folclóricas mantienen su vigencia. Entre la Primera y la Quinta Región,
la vitalidad de los bailes religiosos se incrementa con el paso de los años:
morenos, chunchos, chinos, cuyacas, de antigua data se juntan con diabla das y
zambas corporales. Unos y otros se bailan en santuarios como el de Nuestra
Señora de las Peñas, en la Tirana, en la Candelaria, en el de la Virgen de Anda
colló.
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